jueves, 24 de julio de 2014

Policias y camiones

Hoy tuve que ir a una librería situada en el complejo cultural universitario de Puebla y para hacerlo tome el camión, desde que el chofer se paró en el medio de la carretera para subirme, sentí que era un día peculiar. Llegue a mi destino, es decir el complejo, bajé y me dirigí a la librería para preguntar sobre un curso, mi andar fue acompañado por música jazz y un montón de gente elegante que iba a un evento. Llegando a mi destino y entrando pregunté por el curso y obviamente nadie supo decirme nada .Me  fui encabronada porque perdí mi tiempo y entonces decidí tomar un café en Starbucks. Una vez ahí, después de haberme decidido por un capuchino sabor caramelo  con leche normal y caliente y haberle repetido a la empleada mi nombre como tres veces, me asegure donde se podía fumar y con mi café en la mano,  me senté en dicha área. Mientras tomaba mi café, saboreándolo y fumando mi cigarro muy a gusto, sentí una mirada y vi que un hombre a mi lado me estaba observando. Y esto siguió por toda mi permanencia en el café,  hasta que dicho hombre decidió irse. Entonces revisando mi face decidí contárselo a mi amiga L. y me quejé sobre el hecho de que  los hombres en Puebla no tienen mucha iniciativa para hablarte.  Entonces terminado mi cigarro y mi café, me fui a tomar un camión para  regresar a mi casa.  Una vez en el camión me dirigí hasta el fondo y me quede parada como no había lugar. Ahí me llamo la atención un grupo de policías y una mujer, pero no les preste mucha atención. Lo que yo no sabía es que ellos sí. Porque una vez que uno de ellos bajo, otro me ofreció el asiento a su lado, diciéndome: “Pensé que Usted se iba a bajar si no le habría cedido mi lugar”. Esta frase de repente me hizo sentir como una octogenaria. Pero me senté y el camión siguió.  Después de un ratito el poli empezó a preguntarme sobre la ruta que hacia el camión, queriendo saber mi procedencia y donde bajaba yo. Le conteste y le dije la ruta. Al bajar, bajo conmigo y empezó a pedirme mi número de teléfono, preguntándome a que me dedicaba, si era yo profesora o estudiante y que estudiaba. Para ser amable lo escuché un ratito. Y vi a su Facebook, hasta que le pregunte si le gustaba leer. Como me respondió que sí, sacó un libro sobre dragones y me lo enseno insistiendo en mi número, prometiéndome que me llevaría a Atlixco, porque “las flores tienes que estar entre otras flores” y que también me iba a llevar a las luchas y en algún antro y cosas así. Hasta que finalmente no entendió la indirecta y me dejo irme a mi casa a convertir esta anécdota en una entrada para mi blog.


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