martes, 29 de julio de 2014

Despertarse con temblores y desayunar con filosofia

Algunos días empiezan igual que otros, te despiertas, te levantas, te duchas, etc. El día de hoy no es un día como los otros, porque todo a partir de mi forma de despertar ha sido poco ordinario. Mientras dormía tranquila, un simpático temblor decide mover la pared encima de mi cabeza, entonces despierto, me levanto y voy a la ventana donde veo gente en piyama  en plena calle, y como esto no quita mi duda sobre el temblor decido prender mi celular y conectarme al Facebook para averiguar si alguien ha publicado algún estado sobre el acontecimiento.  Comprobando que sí, que efectivamente hubo temblor, apago mi celular y me pongo a dormir, o al menos lo intento, hasta que la simpática roomie de abajo decide llegar a las 6 de la mañana azotando la puerta y  se pone a jugar con el botón del boiler, gritando con su amiga.  Una vez prendido el bolier y habiéndose ido dicha persona, intento dormir y lo logro hasta que no llega la señora de la limpieza, que evidentemente confundió mi casa con un escenario de x factor o la voz  y se pone a cantar norteñas tristonas con un tono de voz parecido a alguien que se está quejando por tener dolores de estómago.   Entonces me rindo y decido levantarme y meterme a bañar.  Una vez arreglada, salgo a desayunar y me voy a un lugar tranquilo donde puedo leer. O al menos esto es lo que pienso. Llego y me siento en la terraza del café, donde intento leer, pero para colmo hay un señor que decide interrogar a su esposa sobre cada detalle presente en la cafetería y en el mundo y después decide darle un sermón sobre lo malo que es tener vicios. Después de haberse callado, ya podré leer, pienso, y no, porque una vez que se calla él, otra señora decide quejarse con unos empleados de una tienda sobre uno malos servicios. Una vez terminado el todo, la gente se va y me quedo sola leyendo hasta que no vengo interrumpida por un viejito que se acerca, me invita a un cigarro y se pone a hablar de filosofía conmigo. Una vez terminado con el me voy al mercado y compro mis cosas y como de costumbre me pongo a hablar con una señora que me vende la crema de cacahuate, la conversación dura al menos veinte minutos y pasamos de los hombres ínfleles hasta el dinero, de malos esposos a robos en las casas, y como me ve cargando mil bolsas la señora decide amablemente ayudarme a llevarlas hasta mi casa y cuando le ofrezco un dinero por haberme ayudado se va corriendo al mercado sin aceptarlo, haciendo de un día que empezó mal un día muy bueno.

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