Hoy tuve que ir a una librería
situada en el complejo cultural universitario de Puebla y para hacerlo tome el camión,
desde que el chofer se paró en el medio de la carretera para subirme, sentí que
era un día peculiar. Llegue a mi destino, es decir el complejo, bajé y me dirigí
a la librería para preguntar sobre un curso, mi andar fue acompañado por música
jazz y un montón de gente elegante que iba a un evento. Llegando a mi destino y
entrando pregunté por el curso y obviamente nadie supo decirme nada .Me fui encabronada porque perdí mi tiempo y
entonces decidí tomar un café en Starbucks. Una vez ahí, después de haberme
decidido por un capuchino sabor caramelo
con leche normal y caliente y haberle repetido a la empleada mi nombre
como tres veces, me asegure donde se podía fumar y con mi café en la mano, me senté en dicha área. Mientras tomaba mi café,
saboreándolo y fumando mi cigarro muy a gusto, sentí una mirada y vi que un
hombre a mi lado me estaba observando. Y esto siguió por toda mi permanencia en
el café, hasta que dicho hombre decidió
irse. Entonces revisando mi face decidí contárselo a mi amiga L. y me quejé
sobre el hecho de que los hombres en
Puebla no tienen mucha iniciativa para hablarte. Entonces terminado mi cigarro y mi café, me
fui a tomar un camión para regresar a mi
casa. Una vez en el camión me dirigí
hasta el fondo y me quede parada como no había lugar. Ahí me llamo la atención un
grupo de policías y una mujer, pero no les preste mucha atención. Lo que yo no sabía
es que ellos sí. Porque una vez que uno de ellos bajo, otro me ofreció el
asiento a su lado, diciéndome: “Pensé que Usted se iba a bajar si no le habría cedido
mi lugar”. Esta frase de repente me hizo sentir como una octogenaria. Pero me senté
y el camión siguió. Después de un ratito
el poli empezó a preguntarme sobre la ruta que hacia el camión, queriendo saber
mi procedencia y donde bajaba yo. Le conteste y le dije la ruta. Al bajar, bajo
conmigo y empezó a pedirme mi número de teléfono, preguntándome a que me
dedicaba, si era yo profesora o estudiante y que estudiaba. Para ser amable lo
escuché un ratito. Y vi a su Facebook, hasta que le pregunte si le gustaba
leer. Como me respondió que sí, sacó un libro sobre dragones y me lo enseno
insistiendo en mi número, prometiéndome que me llevaría a Atlixco, porque “las
flores tienes que estar entre otras flores” y que también me iba a llevar a las
luchas y en algún antro y cosas así. Hasta que finalmente no entendió la
indirecta y me dejo irme a mi casa a convertir esta anécdota en una entrada
para mi blog.
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